Hepatitis B: Síntomas, causas y tratamiento de esta infección vírica
La hepatitis B es una infección vírica grave que afecta al hígado. Puede tener formas agudas o crónicas y presentar una serie de síntomas, de leves a graves. En este artículo exploraremos las causas, la transmisión y las posibles complicaciones de la hepatitis B, así como los tratamientos disponibles para…
Infección del hígado
La hepatitis B es una infección potencialmente grave y prevalente causada por el virus de la hepatitis B (VHB). Puede dar lugar a una infección crónica y exponer a las personas a un alto riesgo de padecer graves problemas de salud. El virus infecta al hígado y puede causar formas agudas y crónicas de hepatitis. La infección aguda es una enfermedad de corta duración que se produce en los primeros seis meses tras la exposición al virus. En algunos casos, el virus puede persistir y dar lugar a una infección crónica por hepatitis B.
Los primeros síntomas de la hepatitis B pueden parecerse bastante a los de la gripe, como fiebre, fatiga, dolor articular y náuseas, lo que dificulta su detección. A medida que la infección avanza, puede provocar orina oscura, ictericia y náuseas o vómitos persistentes.
Aunque algunas personas, especialmente los niños pequeños, pueden no experimentar ningún síntoma perceptible, siguen corriendo el riesgo de desarrollar una infección crónica.
Contagio de hepatitis B
El virus de la hepatitis B se transmite por contacto con la sangre, el semen u otros fluidos corporales de una persona infectada. Esto puede ocurrir de diversos modos, como Infección de Transmisión Sexual, el uso compartido de agujas contaminadas, y de una madre infectada a su bebé durante el parto. Este tipo de contagio significa que ciertos comportamientos y enfermedades pueden aumentar significativamente el riesgo de contraer el virus de la hepatitis B, por lo que es vital ser consciente de estos factores y tomar las precauciones necesarias para prevenir la infección.
Las personas que no se han vacunado contra la hepatitis B y están en contacto estrecho y constante con personas infectadas corren un alto riesgo de contraer el virus. Esto incluye a las personas con múltiples parejas sexuales, las que mantienen relaciones sexuales sin protección y las que tienen infecciones de transmisión sexual. Además, las personas que tienen una pareja sexual con una infección crónica de hepatitis B, los hombres que tienen contacto sexual con otros hombres y las personas que consumen drogas recreativas inyectadas también corren un riesgo mayor.
Infecciones agudas y crónicas
La hepatitis B puede manifestarse como una infección aguda o crónica.
La forma aguda es una enfermedad de corta duración que se produce en los meses iniciales tras la exposición al virus y suele resolverse por sí sola. Sin embargo, cuando el virus persiste y da lugar a una infección duradera, se convierte en crónica.
Las personas con hepatitis B crónica corren el riesgo de desarrollar complicaciones a largo plazo, incluida la enfermedad hepática crónica, como la cirrosis, y el cáncer de hígado. Estas complicaciones pueden poner en peligro la vida y requerir una atención médica intensiva y continuada. Es muy importante que las personas con hepatitis B crónica se sometan a controles periódicos y reciban atención médica para controlar la infección y reducir el riesgo de estas complicaciones graves. Además, deben adoptar un estilo de vida para proteger la salud de su hígado, como evitar el consumo excesivo de alcohol y consultar a los especialistas médicos antes de tomar nuevos medicamentos o suplementos.
Factores de riesgo
Varios factores pueden contribuir a aumentar el riesgo de contraer el virus de la hepatitis B:
Además, ciertas afecciones médicas que requieren un contacto regular o prolongado con la sangre, como la diálisis renal o la recepción de transfusiones de sangre en países donde la sangre no se analiza sistemáticamente para detectar el VHB, también pueden elevar el riesgo de infección.
También existe un mayor riesgo de transmisión de la hepatitis B de una madre infectada a su bebé en el momento del nacimiento. Para mitigar este riesgo, la Organización Mundial de la Salud recomienda que todos los recién nacidos reciban la primera dosis de la vacuna contra la hepatitis B lo antes posible tras el nacimiento, seguida de dosis adicionales como parte del calendario de vacunación infantil sistemática.
Esta estrategia de vacunación precoz y completa es una medida de salud pública fundamental para reducir la carga mundial de la hepatitis B y prevenir la transmisión del virus desde una edad temprana.
Complicaciones a largo plazo
La hepatitis B crónica puede provocar complicaciones graves a largo plazo, como el desarrollo de una enfermedad hepática crónica, como la cirrosis, que se caracteriza por la sustitución del tejido hepático sano por tejido cicatricial. Esto puede evolucionar a insuficiencia hepática, enfermedad que puede requerir un trasplante de hígado para sobrevivir.
Además, las personas con hepatitis B crónica corren un riesgo significativamente mayor de desarrollar cáncer de hígado, sobre todo si la infección no se diagnostica y trata precozmente. La posibilidad de que se produzcan estas complicaciones potencialmente mortales subraya la importancia de recibir atención y tratamiento médico continuo para vigilar la salud de su hígado, detectar cualquier signo de progresión de la enfermedad e intervenir con los tratamientos adecuados para minimizar el impacto de la infección en su bienestar a largo plazo.
Diagnóstico de la hepatitis B
El diagnóstico de la hepatitis B suele implicar análisis de sangre que pueden detectar la presencia del virus y la respuesta inmunitaria del organismo a la infección. Mediante estos análisis, se puede medir el nivel del virus en el organismo, la actividad de las enzimas hepáticas y la presencia de marcadores específicos del virus de la hepatitis B.
Además, pueden utilizarse estudios de imagen, como ecografía o resonancia magnética (RM), para evaluar la estructura del hígado y detectar cualquier signo de daño hepático o la presencia de tumores hepáticos que puedieran desembocar en cáncer de hígado.
Tratamiento y control
El tratamiento de la hepatitis B depende de si la infección es aguda o crónica. En casos agudos, muchas personas no necesitan tratamiento más allá del seguimiento regular y el manejo de síntomas, ya que su sistema inmunitario puede combatir la infección de manera efectiva.
Sin embargo, en casos crónicos, se pueden requerir medicamentos antivirales para controlar el virus y minimizar el daño hepático. Estos tratamientos antivirales, como el entecavir o el tenofovir, pueden ayudar a reducir la cantidad de virus en el cuerpo y disminuir el riesgo de complicaciones más graves. Además, aunque no hay una cura completa para la hepatitis B crónica, el tratamiento ayuda a mantener el virus bajo control y reduce el riesgo de daño hepático.
Además del tratamiento médico, las campañas de vacunación son esenciales para la prevención de la hepatitis B. La Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene una estrategia global que apunta a reducir las infecciones y muertes relacionadas con la hepatitis mediante la vacunación, pruebas de diagnóstico y educación.